Silueta de hombre que abarca el universo de mi cielo, y hace crecer las estrellas de la piel…

Deshicimos la noche entre gemidos y jadeos, y la convertimos en día. Juntos descubrimos las palabras y los segundos inacabados; y más allá de la piel, bordamos con el tiempo, el amor, la ternura y el sexo para ser obra de arte, de nuestros instintos y deseos.
Nos envolvimos uno al otro, explorando hasta lo prohibido, dejamos escapar la lujuria y la lascivia, y fuimos mar de deliciosas perversiones.
Te perdiste en mis locuras, en mis montes y colinas; y yo fui la leona que devoró suavemente tu hombría erecta y húmeda, tu hombría que creció hasta explotar en mí, en mi territorio, hambriento de ti.
Entonces, el fuego invadió nuestros poros y regó en nuestra piel el semen de la vida y del placer, las aguas de mi encanto se fundieron con las tuyas; éramos dos en uno, éramos una sola carne, fuiste en mi: hombre y amante; fui en ti: mujer, amante y prostituta. Fuimos en un solo beso: el mundo entero.
Hoy no estás, hoy no te lloro, hoy te canto en otro hombre…